Por Pedro Taracena Gil
¿CUENTACUENTOS?
Por
circunstancias que exactamente no sabría decir, asistí a una sesión con rango
de Gala de humoristas y narradores orales. Una especia de cuentacuentos sin
serlo. Una función de monólogos que de ninguna manera lo eran. Tampoco aquello de
narradores al uso se acercaba a lo que yo tuve la oportunidad de conocer. Quizás
sería para mí más fácil decir lo que no eran. No se trataba de actores. Tampoco
de personajes errantes buscando autor, narrador y tampoco rapsodas en desuso,
que pregonaran sus ripios. Lo que yo sí puedo afirmar es que me hallé
físicamente ubicado en el Círculo Catalán de Madrid, como asistente a un espectáculo
un tanto peculiar cargado de un humanismo, que rebasaba las características y
pretensiones de cualquier manifestación artística, ubicada en aquella milla de
oro de las vegas madrileñas.
La
columna vertebral de aquel modesto y desnudo paraje, estaba formada por un grupo de seres humanos. Mujeres y hombres
de todas las edades. Cargados todos
ellos de emociones, sensaciones, alegrías, tristezas, añoranzas, frustraciones
y anhelos. Cada cual cargaba con la mochila que la vida había preñado de cantos
rodados a través del tiempo. Una especie de presentador, que tampoco se le podría
denominar así, extendía la alfombra para que los diferentes narradores pasearan
su verdad. Era fácil descubrir que no me encontraba ante una farsa teatral. Ya
desde los prolegómenos del espectáculo percibí que apenas una palabra manchaba
el guión. Nadie había escrito lo que allí podía suceder. Por aquel fondo en negro
desfilaban entes humanos verdaderos, que
se alejaban del concepto de personaje a interpretar. Ni guionista, ni actores,
ni personajes… ¿En qué tipo de acontecimiento estuve yo introducido en la tarde
noche del viernes 26 de enero?
Creo
que me acerqué al humanismo que llenaba aquella sala, rompiendo el paradigma
del arte de Talía. Una segunda lectura del programa del acto, me hizo desechar complejos y prejuicios, quizás peyorativos
al denominarles como simplemente cuentacuentos…
Se trata de la oralidad, es decir,
aquella tertulia familiar en torno al hogar, desgranando cuentos de antaño inquebrantables
ante la tradición, se tornaba a contar vivencias personales verosímiles y anhelos
ansiados. Soy un simple periodista que me encontré atrapado, en emociones y
sensaciones que nunca pensé que una sesión de cuentacuentos al uso clásico, me pudiera proporcionar tanta
comunicación, ternura, cariño y amor.
Los
integrantes del grupo de narración oral escénica, me traspasaron sus
intenciones plenas de sensuales vivencias. Me transmitieron a través del verbo trazos
de su vida y desgarros de su corazón. También provocaron en mí la mueca risueña,
la sonrisa y hasta alguna carcajada. No renuncio a publicar esta columna, como
una crónica del periodista menos avezado y mucho menos preparado, para abordar una crítica profesional de este
grupo de maestros del humanismo. Bravo por el grupo.
Sin
duda brilló con luz propia y me hizo fundirme con él en una virtual complicidad,
el compañero y colega que daba paso a los diferentes narradores. Su narración
final me hizo comprender el verdadero sentido del espectáculo. Allí brillaron
los valores del humanismo más ancestral y por tanto auténtico.
Querido amigo Pedro:
ResponderEliminarHasta hoy, 1 de febrero, y desde hace varias semanas, he entrado a mi cuenta de gmail. La trepidante vida que me acompaña me ha hecho retrasar el compromiso adquirido contigo de revisar tu obra poética. Lo retomaré en breve, al mismo tiempo que te ofrezco mil disculpas.
Y cómo no, te estoy profundamente agradecido por la bellísima crónica sobre nuestro reciente espectáculo del día 26. Estoy conmovido, emocionado y admirado por la manera en que vuelcas en cada palabra tu respeto por este arte, por nosotros, por la cabeza que crea y dirige esta obra que has visto, y por lo que dedicas a mi persona en un anonimato lleno de cariño por tu parte.
Soy feliz por lo que has vivido, por tu respeto manifiesto a nuestro trabajo, y por haber estado allí. Este arte oral escénico solo funciona si hay un interlocutor de calidad. Allí estabas tú.
Decirte gracias podría parecer poco, pero en este caso mi gratitud va impulsada por el amor hacia la persona que hace por amor, por pasión y por entrega sin contemplaciones.
Gracias