domingo, 10 de diciembre de 2017

LA CASADA INFIEL

Federico García Lorca



 DIVERSAS VERSIONES DEL POEMA


https://www.youtube.com/watch?v=uXP8yonMKWw


LA CASADA INFIEL
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
*
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.




Fotos: Pedro Taracena Gil


jueves, 7 de diciembre de 2017

EROS Y YAVÉ




Por Pedro Taracena Gil

Ambos dioses son dos gigantes de la mitología antigua. Eros propiciaba la atracción sexual, el amor y el sexo, venerado también como un dios de la fertilidad. Esto explicaba los diferentes aspectos del amor en libertad. Eros “el libertador”. Su equivalente romano era Cupido deseo, también conocido como Amor. Eros principalmente era el modelo del amor entre hombres, mientras que Afrodita propiciaba el amor de los hombres por las mujeres. En ambas formas de consumar la relación sexual, Eros se hacía presente. La secuencia: atracción, deseo, posesión, placer, fertilidad y felicidad, suponía la realización natural, humana y a su vez divina. Sin límites ni prohibiciones. Sin premios ni castigos. En los actos de amor Eros ponía la semilla de la felicidad, de la vida en suma. No ha existido ningún otro dios que se incrustara en las entrañas de la naturaleza humana de forma más integral. No era un dios lejano, se hacía presente en la misma esencia natural del ser humano. Eros servía los pensamientos más estimulantes para hacerse presente y vivir las sensaciones en lo más íntimo y privado. Eros no conoce prohibiciones, tampoco concede recompensas. La recompensa se recibe en el instante mismo de la consumación del deseo, en la explosión del placer. En el orgasmo.

De la posesión sexual del ser amado emana toda su potencia creadora. Eros no entiende de sexos. Sólo entiende de sensaciones libres de todo prejuicio y de cualquier complejo. Eros no respeta edades. Tampoco acota partes del cuerpo como preferidas exclusivas o excluyentes. Eros emana de los poros del cuerpo, se enreda entre los cabellos, busca entre los rizos de las barbas o se desliza por las suaves pieles de las hembras o los recios torsos de los machos. Lo genital que sirve para garantizar la generación venidera, Eros no lo considera exclusivo para la procreación, ni tampoco para la consumación sexual. El cuerpo que es poseído por Eros es un todo y cada parte en sí misma tiene su manifestación erótica. Eros no pone límites al juego amoroso. Tampoco busca la fertilidad, ésta la encuentra en forma del nacimiento de otras vidas. Pero no es el fin, es una consecuencia emanada de la naturaleza. El hombre haciendo uso de su cuerpo y su razón llegó al conocimiento de que Eros vivía en el reino animal. Y es el ser humano quien racionalizando sus sensaciones, descubre que Eros no vive con él, sino que vive en él. Que ambos comparten una misma esencia. Cuando en el ser humano surge el deseo, reclama su presencia y Eros llega súbito. En la consumación del encuentro el hombre halla la recompensa. La vivencia erótica puede ser íntima o compartida, en ambos momentos Eros está allí, en los amantes. Los pueblos eligen sus dioses, no son los dioses los que eligen a los pueblos. Aunque en el caso de la tradición del dios Yavé, es la deidad quien elige su pueblo. “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo. El pueblo elegido”.

Eros y Yavé son los contrarios, no solamente en este planteamiento preliminar, sino radicalmente en todo. Eros no dispone de clase sacerdotal para interpretar sus designios. Es una divinidad que viene del interior del ser, no de lo de arriba. Sus preceptos los dicta al oído. Son sensaciones, vivencias y estímulos. No reclama sacrificios, ni somete a prueba alguna. La fidelidad está garantizada. La alianza entre Eros y el ser humano se guarda en el baúl de la privacidad. No obstante, antes de continuar desgranando las cualidades del otro gran gigante de la mitología, es preciso hacer dos salvedades: La primera es que Eros representa la parte más íntima del hombre y más próximo a la naturaleza. Y la segunda que Yavé es el dios de lo que no se ve y contempla la lucha entre la carne y el espíritu. Y además Eros está presente en todas las mitologías del mundo porque es consustancial con la naturaleza humana y Yavé rige los destinos de tres familias humanas: El hebreo llamado pueblo elegido. El pueblo islámico y el pueblo cristiano. Estos tres mitos monoteístas forman una unidad granítica en lo básico. De aquí lo atractivo del debate entre Eros y Yavé. Este antagonismo hace más apasionante la dualidad a la cual está sometido el ser humano. Aunque los seguidores de Eros se ciñen en un momento de la historia al mundo clásico, tanto griego como romano, la esencia y existencia de este mito está presente en la misma naturaleza de los pueblos seguidores de Yavé. No obstante, y a pesar de negar al sexo la presencia real que tiene, su historia está salpicada de eventos e hitos plenos de sexualidad. Entre los textos sagrados de estas tres religiones que adoran a un mismo dios, aunque bajo nombres diferentes, se encuentra el Cantar de los Cantares del rey Salomón.

Destacado monarca por su sabiduría. Esta colección está compuesta de seis cantos escritos para ser entonados por dos amantes, la esposa y el esposo y apoyados por un coro. Es un cántico de amor utilizando un lenguaje directo. Sensual y sexual, donde Eros está presente en positivo. No obstante, los exégetas no han dudado a través de los siglos, incluir este maravilloso poema de amor entre un hombre y una mujer, como libro religioso con valor inspirado y considerándolo texto oficial. Pero los prejuicios de la tradición se han encargado de hacer una lectura hermenéutica de la expresión literal del texto. Y tienden a interpretar estos versos como una alegoría del amor entre el Yavé y el pueblo elegido. Esta paradoja que convierte un texto directo en un lenguaje figurado, marca la lucha que vive el hombre entre las pasiones que le conducen al gozo y el placer, y el autodominio que hace meritorias sus obras, reprimiendo sus instintos más primarios. Pero sigamos contemplando su enfrentamiento. Yavé, que significa “Yo soy el que soy, o el que es”, se sirve de los hombres para revelar su doctrina y manifestarse a su pueblo. Para ello elige a la clase sacerdotal, patriarcas y profetas. Son éstos los que se ocupan de escribir y predicar las consignas del dios. Para poder entrar en contacto con la doctrina de Eros, es preciso iniciar la génesis de la existencia del hombre. Después de crear el mundo en seis días. Tomando barro modela el cuerpo del hombre y postrándole en un profundo sueño, Yavé le quita una costilla y crea a la mujer. ¡Esto sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos! Exclama Adán al contemplar a Eva por primera vez. El primer mandato que les da es la procreación: ¡Creced y multiplicaos y henchid la tierra!

Este dios no les concede más información directa, aunque la naturaleza les propicia la cohabitación y el ayuntamiento para que la procreación sea una realidad. Y después de un cierto tiempo, la tierra ya dispone de cuatro habitantes sobre su faz. A partir de esta realidad Yavé les marcará el camino a seguir dando lugar a un larguísimo relato. Historia tan larga como la vivida por Eros. Las leyes de Eros eran las leyes naturales gobernadas por la razón, o renunciando a ella, a diferencia de los animales que estaban guiados por el instinto, sin que les quede otra opción. Yavé les entrega Los Diez Mandamientos. Dentro de estos preceptos hay dos que tiene relación con Eros. No adulterarás y No desearás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo... Para la procreación establece unos canales de realización, marcados por el carácter tribal, familiar y de clanes. El mandamiento no adulterarás establece que comete adulterio quien viola la fidelidad conyugal. Es decir, el ayuntamiento carnal realizado por una persona, que estando casada cohabita carnalmente con otra que no es su cónyuge. Esto supone la violación de un contrato, que en las épocas tribales tenía muchas connotaciones de contaminación de la sangre y de las herencias. Generaciones más próximas han definido este precepto como no fornicarás, que si consultamos el único mandamiento encerrado en un único vocablo, fornicar significa: Tener comercio carnal con prostituta o practicar el coito fuera del matrimonio. Las dos palabras se refieren al mismo hecho, pero valorando consecuencias diferentes. A la tradición le ha convenido acotar el sexo exclusivamente para el matrimonio y añadiendo que sólo puede ir encaminado a la procreación, como remedio a la concupiscencia.

Pero si contemplamos el otro mandamiento bajo la influencia de Eros, incluye en el mismo mandato la codicia de todo aquello que posee el prójimo, sin excluir nada y sin hacer ninguna discriminación. No obstante, la tradición desdobla su contenido en dos. Por un lado no desearás la mujer de tu prójimo, donde se centra en la cuestión sexual, apartándose de la codicia. De esta forma Eros es encorsetado dentro de una serie de normas que nada tiene que ver con su naturaleza primitiva. Aquellas conductas que se exceden de estos esquemas son reprimidas, mal vitas y hasta castigadas por la sociedad de la época. Eros no discrimina a hombres y mujeres y Yavé somete la mujer al hombre. El apartarse de la procreación establecida es onanismo. Onán estaba obligado a casarse con la mujer de su hermano muerto y a tener hijos. Y Onán eyaculaba en la tierra. Es decir, evitaba la procreación sin renunciar al placer que Eros le proporcionaba. Considerando por algunos en el entorno de Yavé como una forma de masturbación. Es un encuentro con Eros en su intimidad. Yavé desde su origen determinó que el hombre sería probado en su fidelidad a su dios y sería merecedor de gozar con él en el cielo eternamente. Eros engrandece la pasión y las pasiones. Yavé penaliza el ser esclavos de las pasiones y es una virtud meritoria el evitarlas. Eros encuentra la libertad en la pasión. Yavé por el contrario, un hombre dócil a las pasiones, sobre todo carnales, es un hombre esclavo de ellas. Eros encuentra virtud en los placeres. Por el contrario Yavé considera vicios y desordenes condenatorios.

Eros consumando los deleites sexuales, el hombre se reconcilia con la armonía de la naturaleza. Yavé somete al ser humano a la prueba fundamental, renunciar a Eros, como causa de todas las perversiones. Eros garantiza en este mundo el gozo y el placer como premio a todo aquel que sea dócil a sus pretensiones. Eros a través del deseo y el placer, provoca la satisfacción y la libertad, sin embrago Yavé hace reo de culpa a todo aquel que abuse del sexo fuera de los cánones establecidos: La procreación, el rito de la circuncisión y las costumbres tribales. Eros, sólo reclama entrega, Yavé, fe y esperanza. En la opción del dios Yavé, previamente se ha de creer en él. Sin la fe en su divinidad, el ser humano no entrará en el reino prometido. Eros no cree en el alma, porque sólo dispone de cuerpo y razón. Yavé ha creado al hombre a su imagen y semejanza, negándole todo derecho sobre el cuerpo. Aunque le concede el libre albedrío de decidir entre el bien y el mal. Siempre de acuerdo con los criterios de sus mandamientos. Ambas divinidades están enfrentadas en las entrañas del ser humano. La vida de los hombres y las mujeres es el resultado de la pugna de dos dioses por conseguir su hegemonía. Eros al servicio del deseo. Yavé sembrando la inquietud por la trascendencia, ahuyentando el temor a dejar de existir y volver a la nada. Eros carne próximo y tangible, aquí y ahora. Yavé espíritu lejano e incierto, pero con esperanza. He aquí la inquietante armonía: ¡Creced y multiplicaos! ¡Gozad y sentíos libres!














sábado, 2 de diciembre de 2017

PEDERASTIA

Por Aida Explorer


pederastia

Del gr. παιδεραστία paiderastía.

1. f. Inclinación erótica hacia los niños.

2. f. Abuso sexual cometido con niños.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

UNA NEGRA HISTORIA JAMÁS CONTADA

pedofilia

Del gr. παῖς, παιδός paîs, paidós 'niño' y -filia.

1. f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados


LA NIÑA Y "EL PENSADOR" DE AUGUSTE RODIN

CINCO ARTÍCULOS SOBRE ESTA MATERIA




Artículos sobre pedofilia y pederastia

 


«Pedófilo» y «pederasta» no son equivalentes


La Fundación del Español Urgente recuerda que pedófilo es el adulto que siente una atracción sexual hacia niños, mientras que el pederasta es quien comete un abuso con ellos, y por tanto ambos términos no son equivalentes.

Con cierta frecuencia los medios de comunicación utilizan indistintamente pedofilia y pederastia, sin atender a las diferencias que existen entre uno y otro término: «El Papa aceptó la dimisión del obispo implicado en una denuncia de pedofilia» o «Apartado de sus funciones el maestro de Figueras acusado de pedofilia».

Según el Diccionario académico, la pedofilia (o paidofilia) y la pederastia son dos términos diferentes y, además, hay que tener en cuenta que un pederasta es casi siempre pedófilo, pero que un pedófilo puede no ser pederasta.

La Fundéu BBVA aconseja escribir pederasta en lugar de pedófilo en informaciones que tratan de los abusos sexuales con niños: «Condenado por pederastia a 817 días de prisión el religioso español detenido en Chile», y recuerda que el pedófilo puede serlo sin llegar a cometer actos de pederastia.



¿Qué diferencia hay entre pedófilo y pederasta?


A los adultos que sienten atracción sexual, violan, explotan e incluso matan a los niños se les califica indistintamente de pederastas o pedófilos. Sin embargo, estos dos términos no son sinónimos.

La voz pedofilia proviene del griego páis, un sustantivo que se aplicaba exclusivamente a los varones de entre 13 y 19 años, es decir, entre la nubilidad -inicio de la edad reproductiva- y la adolescencia, y de filía, que significa amistad o afecto espiritual. Así pues, los pedófilos o paidófilos, como sugieren algunos helenistas, son aquellos que gustan anímicamente de jóvenes masculinos.

Por el contrario, el vocablo pederasta hace referencia a los hombres que desean sensualmente a adolescentes masculinos, pues procede de eraõ (amar con pasión) y páides (plural de páis).

Para algunos lingüistas, las personas que sienten una atracción sexual hacia los niños y niñas podrían calificarse como paidionerastas, ya que en griego niño es paidion. Los paidionófilos serían los que aman anímicamente a los niños.



No es lo mismo: los pedófilos y, los pederastas.


La República – Buenos Aires, Argentina – Los casos recientes en Argentina pusieron el tema en el tapete, aunque es ya conocido a nivel mundial. Los psicólogos aseguran que no se producen ahora más que en otros tiempos, sino que la gente se anima cada vez más a denunciarlos. Son patologías distintas, en la concreción de la perversión está la diferencia.

La denuncia de abusos sexuales a niños, perpetrados por una red de pedófilos, a la cual pertenecían profesionales destacados y el pedido de perdón y blanqueo de situaciones vividas por religiosos y sacerdotes por parte del Papa, ha impactado nuestra sociedad.

Debemos explorar el fenómeno de la pedofilia y las características de quienes lo practican para tener si una opinión más o menos acabada sobre el tema. De esta manera poner verdad sobre tanto mito que circunda esta perversión.

En principio se debe poner en claro la diferencia entre pedofilia y pederastia. Ambas definiciones se suelen confundir pero la diferencia está en la acción. Esa acción que llevará a cometer un delito.

La pedofilia es la atracción sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes. Es sólo eso, atracción. Los pedófilos no pasan a la acción. Sí lo hacen los pederastas. Es la acción que conlleva a la práctica sexual con un menor que implica un abuso por parte del adulto. Es decir entonces, que un pedófilo sería una persona que se siente atraído por los niños y un pederasta es alguien que comete un delito sexual o un abuso con un niño. Se concluye entonces que todos los pederastas son pedófilos pero no todos los pedófilos son pederastas. La diferencia consiste en el acto. El pederasta es la persona que traspasa la fina línea de observar, masturbarse y recrearse con los videos y fotos de menores y lo traslada a un plano físico.

Se ha considerado a la pedofilia como una forma de homosexualidad. La psicología del siglo XX ha desterrado ese mito ya que la pedofilia es también heterosexual.

Se piensa que la mayoría de los pedófilos son personas de una cierta edad, pero se debe tener en cuenta que estas tendencias se inician entre los 14 y 16 años.

Estas patologías, tanto la pederastia como la pedofilia, no pertenecen a una clase social en especial. Sí puede ser que, en las clases medias, se tenga un mayor acceso a la pornografía infantil, por Internet o costearse el poder pertenecer a una red de prostitución.

Según estudios realizados, la mayoría de los pedófilos presenta una personalidad inmadura, problemas de relación, baja autoestima con fuertes sentimientos de inferioridad. Por lo general suelen ser más reservados y solitarios.

Se encuentran fijados en períodos de su propia infancia que las vivencian como idílica. Esto les impide encontrar a su objeto de deseo en un par y la intentan con alguien, en su fantasía, igual a él. Un niño a quien ven más inmaduro o débil y a quienes en última instancia pueden dominar.

Un reglón aparte lo merecen los “pedosádicos” que son individuos que tienen una tendencia a la violencia con los más débiles, en este caso los niños, causándole un daño. “Está comprobado que factores que favorecen la pedofilia violenta en los adultos son el haber sido violados o tratados con crueldad en la infancia, la pertenencia a ambientes familiares disgregados, o/y el haber asistido como espectador incapaz o imposibilitado de reacción a acciones violentas contra familiares o allegados. Otros factores de riesgo más indeterminados y con mayor variedad cuantitativa y cualitativa en la configuración de personalidades pedófilas son el temperamento, la edad, la calidad de lazos afectivos en la infancia, o la capacidad de reacción y distanciamiento frente a experiencias angustiantes.” (Francesc Xavier Moreno Oliver, doctor en Psicología y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona, España).

En su mayoría los pedófilos no son violentos y esto, más allá de ser un signo de tranquilidad, es todo lo contrario porque ejercen una seducción muy marcada hacia los niños con lo cual detectan y exploran su vulnerabilidad, observando su entorno y midiendo las posibilidades de conquista. Están persuadidos de que sus conductas son originales y creativas aportándole al niño vivencias que ayudaran a su maduración y es la sociedad quien le impide que desarrolle un vínculo normal de afecto. Más allá de este pensamiento, generalizado y sostenido por distintas asociaciones de pedófilos, la pedofilia es una perversión.



Pedofilia y pederastia


En un juicio por presuntos abusos sexuales infantiles celebrado en Barcelona en el 2001, uno de los acusados reconoció ser pedófilo pero no pederasta. En El Mundo (10-1-2001), se reproducían sus palabras en respuesta a las acusaciones de haber abusado de cuatro niños: «No satisfacía mis impulsos de ninguna manera, me aguantaba y basta». Distinguía así el presunto autor de los abusos entre la tendencia que le empujaba a sentir atracción sexual por los niños (pedofilia) y las prácticas sexuales con menores (pederastia), conducta considerada delictiva según nuestro Código Penal. Al margen de la veracidad de la afirmación del presunto pederasta de que resistía sus impulsos, y de que sus palabras fueran o no un mero recurso jurídico empleado en su defensa para conseguir la absolución, hay que reconocer que, prescindiendo de este caso concreto y a nivel general, la distinción entre la atracción sexual hacia los niños y el delito de abuso sexual de menores, no parece inoportuna. En el primer caso, pues, estamos ante una tendencia psíquica, considerada como enfermedad por la psiquiatría, mientras que en el segundo nos situamos ante una práctica, que además es delictiva según nuestra legislación.

Generalmente, en nuestra lengua no suelen utilizarse dos términos diferentes para distinguir estos dos conceptos. Las palabras pedofilia y pederastia se emplean como sinónimos, para referirse tanto a la atracción sexual como al delito, al igual que pedófilo y pederasta. En el lenguaje periodístico encontramos indistintamente el uso de pedofilia con el sentido de delito y con el significado de enfermedad; así, por ejemplo, se emplea el sintagma «acusar de pedofilia»; se habla de una «red de pedofilia» para designar una organización de personas dedicadas a la explotación sexual de menores; asimismo, la palabra aparece en ocasiones en enumeraciones junto a otras conductas delictivas:

[...] luchar contra el terrorismo, la pedofilia, el racismo, el tráfico de seres humanos, el blanqueo de dinero, el narcotráfico, el contrabando, el secuestro y todo tipo de delincuencia organizada.

Otras veces se emplea como enfermedad, y se la clasifica entre las «perversiones sexuales (o desviaciones sexuales), como exhibicionismo, pedofilia, sadomasoquismo, necrofilia, clismafilia (utilización de enemas)». En ocasiones se recogen empleos con aparente redundancia, como en la siguiente frase: «Su letrado ha sostenido durante toda la vista judicial que la pedofilia de su cliente es una enfermedad».

Por su parte, pederastia se utiliza de forma preferente en el sentido de delito, y menos frecuentemente como enfermedad; en la prensa se habla de «delitos de pederastia», «condenado a 40 años por pederastia», «acusado de pederastia» y «red de pederastia». Esta preferencia de emplear pedofilia para referirse a la atracción sexual o la enfermedad, puede deberse al hecho de que este término es actualmente el más utilizado en psiquiatría para designar el transtorno mental y, por influencia médica, es la palabra escogida por los periodistas para hablar en términos psiquiátricos. En medicina se la incluye entre los transtornos sexuales y de la identidad sexual, dentro de las categoría de las parafilias. Los criterios de su diagnóstico diferencial son los siguientes: han de padecerse, durante al menos seis meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que impliquen actividad sexual con niños prepúberes, es decir, menores de 13 años; se ha de tener más de 16 años; y entre el paciente y el niño objeto de deseo sexual ha de haber una diferencia de al menos cinco años. Se excluyen las fantasías, impulsos o comportamientos entre adolescentes mayores. Conviene tener presente que no toda persona pedófila tiene que haber cometido actos de abuso sexual infantil. Por tanto, no todos los pedófilos son pederastas, esto es, delincuentes o explotadores sexuales. En ocasiones, se distinguen tres tipos de transtornos según la edad de la persona que es objeto del deseo sexual: se emplea pedofilia para la atracción hacia niños en edad prepuberal, efebofilia (del griego ephebo ‘chico que ha entrado en la pubertad’) para referirse al deseo sexual hacia adolescentes, y nepiofilia (de nepion ‘infante’) para designar la atracción hacia niños lactantes.

El término pedofilia fue acuñado en alemán por el psiquiatra Richard von Krafft-Ebing (1840-1902), quien utilizó por primera vez la expresión Pädophilia erotica en su influyente libro Psychopathia Sexualis, publicado en 1886. En esta obra aparecieron también otros neologismos para designar comportamientos considerados transtornos sexuales, como masoquismo, sadismo, gerontofilia, fetichismo y zoofilia.

Pero no siempre pedofilia y pederastia se emplean en la prensa como sinónimos. El periodista Javier Ortiz, en un artículo titulado «El sexo y la infancia», afirma:

Otra vez a vueltas con la pedofilia y la pederastia. Muchos las confunden. No son lo mismo. El término pedofilia no figura todavía en los diccionarios, pero acabará abriéndose hueco, porque es necesario: se refiere a la atracción erótica que algunos adultos sienten por los niños (o niñas). La pederastia, en cambio, define el abuso sexual de menores. Un abismo separa ambos conceptos: en el primer caso no hay violencia; en el segundo, sí. Sin embargo, la moral victoriana dominante condena por igual ambas realidades.

Recientemente, a raíz de los casos de pederastia entre miembros del clero católico estadounidense, Juan Antonio Herrero Brasas, profesor de ética y política, establecía en un artículo publicado en El Mundo otra diferencia entre ambos términos. Según él, debe distinguirse entre el «abuso sexual de niños», que llamaba pedofilia, y las «relaciones entre adolescentes mayores de 14 o 15 años», para la que reservaba la palabra pederastia. Meses más tarde, matizaba la definición de pederastia, señalando que se refería a las «relaciones intergeneracionales entre adultos y adolescentes o jóvenes adultos». Se lamentaba Herrero Brasas de que la legislación americana no distinguiera ambos conceptos, y que considerara como delito de pedofilia toda relación con un menor de 18 años, «automáticamente catalogada de violación». Según este autor, «la gran mayoría de las acusaciones corresponden a casos de pederastia propiamente hablando».

Esta última distinción, que como hemos visto no suele hacerse en nuestra lengua, no está recogida en los diccionarios generales. Sin embargo, los lexicógrafos son partidarios de establecer una diferencia entre pedofilia y pederastia, en la misma línea que Ortiz. El diccionario de la Real Academia Española ha introducido en su última edición (2001) el término pedofilia, además de seguir registrando la palabra pederastia, para las que recoge las siguientes definiciones:

a) Pedofilia. paidofilia.

Paidofilia. f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes.

b) Pederastia. f. Abuso sexual cometido con niños.

La RAE recoge las dos variantes morfológicas, pedofilia y paidofilia. La raíz ped(o)-/paid(o)- ‘niño’ procede del griego paidós ‘niño’. Desde el punto de vista etimológico, es más correcta la primera, pues el diptongo griego ai se transcribe ae en latín y e en español. Sin embargo, quizás por razones de eufonía, la RAE prefiere la forma paido-, conservando el diptongo original griego. La forma paedofilia, que en ocasiones también se emplea, contiene la conservación del diptongo latino, y su uso puede estar influido por el inglés paedophilia. Alba Sánchez, defensora del lector del diario venelozano El Nacional, dedicaba un artículo al tema -a raíz de los recientes casos de abusos sexuales infantiles cometidos por sacerdotes norteamericanos-, que había generado cierto debate lingüístico a través de cartas de lectores. Sobre la variación pedofilia-paidofilia-paedofilia, la autora consideraba que la inclusión de paidofilia en el DRAE es un «ejemplo más de la mojigatería que, en ocasiones, afecta a ciertos académicos; aunque en honor a la verdad se deja al usuario la libertad de escoger el término que más le agrade y será el tiempo y el conjunto de los hispanohablantes quienes sancionen el término más adecuado». No obstante, Alba Sánchez acababa su columna diciendo que, en realidad, la palabra que describe la acción de los sacerdotes acusados de abusos sexuales de menores es pederastia.

Desde el punto de vista semántico, la distinción es clara: una cosa es sentir atracción erótica por los niños, y otra, abusar sexualmente de ellos. Similares diferencias de significado encontramos en el Diccionario de uso del español de María Moliner, donde se define el término pedofilia -también incorporado recientemente, en la edición de 1999- como una «perversión» del adulto que se «siente atraído por niños», mientras que la pederastia se toma como una «práctica». Seco, Andrés y Ramos, en su Diccionario del español actual, definen la pedofilia como una «atracción», y reservan pederastia para la «relación homosexual de un hombre con niños», lo que introduce el matiz semántico de la homosexualidad, aunque dentro del campo de las prácticas sexuales, tal como hacen el diccionario académico y el diccionario de María Moliner.

Así pues, la distinción entre la tendencia sexual (pedofilia) y la práctica abusiva -y además delictiva- (pederastia), aunque infrautilizada en la lengua, está perfectamente registrada en los diccionarios. Los medios de comunicación tienen su parte de responsabilidad en perpetuar esta confusión entre dos conceptos pertenecientes a dos esferas distintas: por una parte, la esfera de la psicología -y de la medicina, si se acepta que la pedofilia es un transtorno sexual- y, por otra, el ámbito del derecho y la moral. Hay que ser conscientes de que esta confusión parece estar muy arraigada en nuestra cultura, y de que no es fácil separar claramente las categorías conceptuales de la ciencia y las categorías de la moral, a pesar del aparente cientifismo de la sociedad actual. Sin embargo, sería de agradecer que los medios de comunicación contribuyeran a difundir una distinción léxica que ayude a nuestras mentes a separar dos realidades diferentes.



 Pedofilia

La paidofilia o pedofilia es una parafilia que consiste en que la en la atracción sexual hacia niños o niñas pre adolescentes. A la persona que padece pedofilia se le denomina pedófilo, un individuo de, al menos, 16 años que siente atracción sexual hacia menores de 13 y respecto de los que mantiene una diferencia de edad de, por lo menos, cinco años. El termino hace referencia a la atracción de una persona hacia niños preadolescentes, no al acto sexual realizado con dichos niños. Especialistas destacan que y que muchos pedófilos no cometen ningún tipo de abuso sexual y que muchos abusadores de niños no son pedófilos.

La pedofilia es un rasgo multifactorial en la personalidad del que la padece, y se compone de aspectos mentales, institucionales, de actividad, de educación sexual, de violencia, de control de las pulsiones, etc. En este sentido, se suelen distinguir dos tipos de pedofilia, una primaria o esencial, muy arraigada en el sujeto, y otra secundaria (u otras), que aparecería motivada por factores circunstanciales.

Existen diversas asociaciones pedófilas, algunas de ellas sostienen necesaria una reducción (o eliminación) de la edad de consentimiento sexual y la legalización de la posesión privada de pornografía infantil, otras en cambio, rechazan estos reclamos y proponen el reconocimiento de la diferencia existente entre pedofilia (atracción involuntaria hacia niños) y abuso sexual infantil, la existencia de pedófilos que no abusan ni desean abusar de niños, y la carencia de ayuda social para aquellos que no buscan relaciones sexuales con menores.

En la antigua Atenas, la relación sexual entre un adulto y un joven púber, se denominaba pederastia, y se consideraba como un elemento más en la relación entre un docente y su discípulo: el amor entre ambos favorecía la transmisión del saber y de las leyes ciudadanas. Por el contrario, el sexo con sujetos prepúberes, denominado pedofilia, era castigado con condenas que podían llegar a la pena de muerte.

El término paedophilia erótica fue acuñado en 1886 por el psiquiatra vienés Richard von Krafft-Ebing en su trabajo Psychopathia Sexualis, en el que lo describió como el interés sexual dirigido sólo hacia jóvenes prepubescentes, sin incluir a adolescentes, un interés que desaparecería con la aparición de los primeros signos de vello púbico.

A los adultos que manifestaban esta tendencia, Krafft-Ebing los clasificó en tres grupos:

Pedófilos;
De sustitución, esto es, cuando los jóvenes prepubescentes son vistos como objetos que sustituyen a un objeto adulto que es el preferido pero que no está disponible.
Sádicos.

A propuesta del psiquiatra suizo Auguste Forel, el término entró oficialmente en el ámbito de la psiquiatría con el significado de pasión sexual por los menores.

La psiquiatría considera la pedofilia como una parafilia. Los pedófilos, desde esta perspectiva, son
sujetos con una orientación sexual dirigida primariamente a niños, sin apenas interés por los adultos, y con conductas compulsivas no mediatizadas por situaciones de estrés.

La materialización de la pedofilia no presenta una única cara;

la atracción erótica que algunos [pedófilos] sienten por los niños no se traduce necesariamente en actos sexuales completos. El pedófilo puede limitarse a desnudar al niño y a mirarlo, a exhibirse, a masturbarse en su presencia, a tocarlo con delicadeza y a acariciarlo. Puede convencer al niño para que a su vez lo toque y así sucesivamente.

Cognitivamente, el pedófilo se caracteriza por no considerar inapropiada su tendencia o conducta, por lo que no suele presentar sentimientos de culpa o vergüenza; en ocasiones, incluso, apelan a la seducción del menor como causa de la misma o a que su comportamiento se puede entender como una forma de educación sexual de los menores.

No existe consenso entre los especialistas respecto del origen de la pedofilia.

Con todo, según

muchos psicólogos y psiquiatras, los pedófilos tendrían una personalidad inmadura, problemas de relación o sentimientos de inferioridad que no les permitirían mantener una relación amorosa adulta e "igualitaria": individuos con trastornos narcisistas y frágil autoestima se concentran en los niños porque pueden controlarlos y dominarlos y, con ellos, no tienen sentimientos de inadecuación.

Algunos especialistas sugieren que

El origen de esta tendencia anómala puede estar relacionado con el aprendizaje de actitudes extremas negativas hacia la sexualidad o con el abuso sexual sufrido en la infancia, así como con sentimientos de inferioridad o con la incapacidad para establecer relaciones sociales y sexuales normales.

Otros autores consideran la pedofilia deviene de una experimentación permanente del propio periodo infantil por parte del individuo, idealizando el cuerpo y la belleza de esa etapa y tratando además de evocar el tratamiento que en relación con estos aspectos recibieron de pequeños. En consecuencia,

el erotismo con los niños puede comportar (...) la fantasía inconsciente de fusión con un objeto ideal, la reestructuración con un ego joven e idealizado.

A todo esto se añade que los pedófilo encuentran también placer en la intrínseca transgresión que supones su tendencia y actos, y en las actividades que realizan para llevar a cabo sus contactos con menores: localización, planificación, seguimiento, aproximaciones, etc.

Igualmente, se aduce la posibilidad de la existencia de trastornos de personalidad como factores importantes: deficiencias en el control de los impulsos y en la imagen personal, tanto por una educación sexual negativa y culpabilizadora como por unos modelos familiares no adecuados.

La mayor parte de los países conservan un derecho penal de acto por lo que se castiga la pederastia, es decir, el acto de abusar sexualmente de un menor, y no la mera tendencia sexual pedófila. Por ello, un acto de abuso sexual infantil no es calificado como pedofilia por las leyes. Sin embargo, en algunos códigos penales sí se contemplan delitos que castigan dicha conducta.

189.2. El que para su propio uso posea material pornográfico en cuya elaboración se hubieran utilizado menores de edad o incapaces, será castigado con la pena de tres meses a un año de prisión o con multa de seis meses a dos años.
189.7. Será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis meses a dos años el que produjere, vendiere, distribuyere, exhibiere o facilitare por cualquier medio material pornográfico en el que no habiendo sido utilizados directamente menores o incapaces, se emplee su voz o imagen alterada o modificada.