
Toda persona es única,
con unas necesidades concretas y un sentimiento interior particular con ganas
de aflorar. Como seres sociables que somos también necesitamos sentirnos
integrados en un grupo y ser aceptados por este, los seres humanos utilizamos
las competencias que tenemos a nuestro alcance para conseguirlo y sobrevivir de
la mejor manera posible dentro del grupo.
Nuestras estrategias
de supervivencia son bastante primarias, una herencia transmitida por
generaciones a través de nuestros genes, estas estrategias consisten en atacar,
huir o someterse y paralizarse, lo cual en ocasiones nos provoca un estado de
colapso.
Cuando esto ocurre nos
encontramos sumergidos en un estado de trauma, un estado que, si se mantiene en
el tiempo, característica que se da únicamente en el hombre, se convierte en
una situación de estrés y ansiedad que puede desembocar en enfermedad.
Nos pasamos la vida
buscando la felicidad deseada, en esta búsqueda muchas veces el ruido de las
opiniones de los demás suena más alto que nuestra propia voz, ello nos confunde
al creer que el equilibrio personal pasa por adaptarnos al plan de ruta
establecido, esto únicamente nos proporciona un beneficio momentáneo hasta que
nos damos cuenta que la ruta trazada no nos lleva a nuestro destino,
fundamentalmente porque el camino que seguimos no ha sido marcado bajo nuestra
perspectiva personal.
Nacemos en un entorno
determinado, y desde el primer momento nos vemos influidos por sus valores y
creencias, aprendemos a adaptamos a sus límites, pero con frecuencia esos
límites no nos permiten desarrollar nuestra propia identidad debido a que han
sido marcados por directrices ajenas.
La filosofía primaria
de los grandes grupos que coexisten en la actualidad en nuestro mundo se
confiesa afín a los principios fundamentales del ser humano, sin embargo, los
intereses de estos grupos en demasiadas ocasiones manipulan la esencia de sus
principios.
Sus líderes han
empleado fundamentalmente dos estrategias para mantener la mente de sus
miembros ocupada y conseguir con ello el seguimiento voluntario:
§ Mientras el grupo
supera la zona de sombras utilizan el miedo basado en la incultura.
§ Cuando el grupo
comienza a percibir el resplandor de la luz establecen un sistema de
recompensas del ego para seguir manteniéndonos distraídos.
Una vez nos sentimos
con cierta independencia comienza la escalada de peldaños, ello va
satisfaciendo nuestro ego, vamos logrando cosas en función de criterios
externos, (trabajo, coche, vivienda, familia, posición social, etc.,) estos
avances nos satisfacen en principio, aunque a la larga no son suficientes para
conseguir la excelencia personal, esto ocurre cuando nos hacemos conscientes de
que la verdadera identidad no se ve realizada, sentimos entonces la necesidad
de crecer en otra dirección.
En este punto las
personas pueden tomar diferentes caminos en función de su necesidad interior y
del trabajo personal desarrollado.
§ Las más conformistas
suelen identificarse con la doctrina marcada por el grupo, con
esto mantienen el ego primario y pueden vivir con cierta
comodidad en este letargo, disfrutando de las evasiones que el grupo
proporciona.
§ Las más evolutivas
siguen escalando peldaños hasta llegar a lo más alto y entonces se dan cuenta
que lo único conseguido en ese ascenso es más de lo mismo, la satisfacción es
simplemente momentánea, llega un momento en el que adquirir una cantidad mayor
de lo que ya se tiene no produce el beneficio deseado y en ese preciso momento
todo se resquebraja, los nuevos logros ya no satisfacen al ego porque el ego ha
cambiado de dimensión.
§ Las inconformistas se
sienten en tierra de nadie desde una época temprana, dejando aflorar su
rebeldía contra lo establecido, este momento es peligroso si no se sabe
encauzar de forma adecuada, si no se consigue gestionar el ego es fácil caer en
el mundo de las sombras, en trampas como las drogas, el alcohol, etc.
Cuando el ego se da
cuenta que la estrategia utilizada no es la correcta, que se encuentra en
tierra de nadie, se produce un estado de bloqueo, si no se consigue superar
sume a la persona para siempre en el mundo de las sombras, ahora bien, si se
traspasa con éxito, si la estrategia empleada consigue liderar al ego y
convertirlo en identidad, la lleva directamente al camino del alma, a la
llamada de la aventura, a la necesidad de vivir la vida como una aventura de
conciencia, con necesidad de encontrar algo que no se ha tenido, de aportar
algo nuevo al mundo que nos rodea, en este punto no hay hoja de ruta
establecida, hay que crear el propio camino y hay que hacerlo sobre la marcha,
esta nueva dirección puede encontrarse dentro del grupo o fuera de él, pero en
ambos casos esta perspectiva conduce directamente al alma y ya no hay vuelta
atrás.
El coaching
permite facilitar la salida del estado de colapso y crear otro verdaderamente
generativo, un estado de flujo, caracterizado por el flujo de información y
energía. El cometido del coach es ayudar a conseguir este estado de
consciencia, de concentración y de apertura, de ayudar a su cliente a
interiorizar una cuarta estrategia de supervivencia.
Las tres estrategias
primitivas nos vienen de serie, la cuarta, la que nos permite crear el
estado de flujo, hay que aprenderla y practicarla para que sea posible el
milagro, esta estrategia es propiciada por el coaching de tercera
generación, el coaching de perspectiva. Durante la primera mitad de
nuestra vida no funcionamos con nuestra propia mente, vivimos con las creencias
y valores de los que nos rodean, de las otras personas, para que nuestra
conciencia sea verdaderamente nuestra hemos de crear una realidad propia, hemos
de madurar.
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Fotos: Pedro Taracena Gil
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