lunes, 23 de marzo de 2020

EDUARDO VLADÍMIR FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ


VLADÍMIR POETA



VARIACIÓN

Masacro verso que acorrala
como cuerda monocorde.
Guturalmente transfigura.
No encuentra justa camisa
para este pecho tan enorme.
Quiero volar, mas faltan alas.
Tengo la piel transparente
de membrana o embrión.
¡Tanto gritan los silencios!
Urgen sorbos de locura.
¡Cuesta tanta omnisciencia!
Devanar debo el corazón:
Juglar ser, voz que disiente.
©

7 de julio de 2007





RECURRENCIA

Un día te encontré
en mazmorra
y a cielo abierto.
¿Pulsión?
Contamos cada poro
para tejer un puente.
¡Acre olor!
Anverso y envés.
Gemidos y mutismo.
Selva sobre selva.
¿Pecamos?
Un reloj amputado
congeló el suceso.
¿Afanes de Fausto?
Apuramos
y la sangre
y los gérmenes
y los ayes que no duelen.
¿Adónde volaste?
No sé.
Desde entonces no reposo
y me escurro del viento.
©

Eduardo Vladímir Fernández Fernández

8 de julio de 2012




ENCUENTRO

Apareció por intrusión.
La espuela en actitud de Lidia.
Imagen de vítrea competitividad.
Eslabones ajenos a filogenia...
Dolió el reto.
¡Tonto yo, que sigo su huella en vueltas al Sol!
Hay pupilas como muecas sonrientes.
Páginas de bitácora por llenar.
Intención de clausurar postigo,
congelando al minutero.
Luego trenzamos el diálogo.
A sabiendas
que oficia como válvula, ocluyendo caminos...
Danza “in crescendo”.
La entrega sin afeites compulsa, ventilando en la fugacidad del abrazo.
Nos asumimos en caída libre.
Conscientes, ante el espejo.
Simetría perfecta.
No hubo promesas.
Ni contaminaciones.
Sólo consenso en ausencia de observador.
Natural perspec enre trayectorias en ruta de conjunción.
Catálisis sin partituras.
Podrán distanciar kilómetros hasta el confín de la roca
Empero, la polaridad nutre la flama.
Mejor así.
Dejar resguardados los vestigios
en la concavidad del mar.
Ecos de caracola.
Guion sin actores de reparto.
Punto sin final...
©
Eduardo Vladímir Fernández Fernández

3 de julio de 2012-07-02

(Apuntes para un testimonio de asertividad)





ADMINISTRADOR DE ”CHACRAS”

Cuando el cerebro ampliaba pespuntes
me entregué a juegos innombrables.
Las hormonas fungieron como brújula,
cartas de navegación...
Puedo confesar que tizné los pasos
con restos incinerados.
Zambullidas de desnudez ritual en el Ganges.
Cuerpos que al abrazar
-sedientos de santa lujuria-
purificaron.
Estuve en las orgías más doctorales,
entregando los orificios de la mente
al Becerro de Oro.
Sucesivas emanaciones:
el envés crudo, sin antifaz...
Era diablo de turno.
Quince minutos de fama.
Usurero de savia, al fin de cuentas.
También vestía de ángel
como la más patibularia de las hienas.
En resumen, me vacuné de ofidios,
falsas virtudes tóxicas.
He apurado dulces cicutas
lamiendo hasta la saciedad
sus frutos empalagosos.
No creo en muertes que trucan
ni en mandamientos de prestidigitador.
¡Desconfiad hasta del ser que os anime!
Nadie puede enjugar la corteza
dos veces en la misma corriente.
Sí urge me flagelo hasta los tuétanos.
Lloro la ternura, si no es de oropel.
Y levanto las guillotinas
en honor a la certeza -que no es verdad-
sobre propia cerviz.
Humana cerviz de animal.
Poco queda, aunque suficiente:
Cierto explorador imperfecto,
que dos dracmas ya atesoran
para el viaje sin retorno.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández,

29 de junio de 2012




¿COMPLICIDAD?

Hoy te observé.
Atisbando desde la almena del asiento trasero.
Me escudé tras antifaz de turno
y el bastón de ciego.
Te tuve tan cerca
que las entrañas -ya dormidas- despertaron.
Mientras,
tu olor a limpieza mañanera
y el vello de la nuca
fueron presagio de juego silente
-jamás ventilado-
para adobar las tardes.
Casuales y peligrosas sobremesas.
Libres las identidades.
Cuerpos en comercio.
Sexos en ardor.
Epidermis en trayecto de colisión.
Silencios cómplices.
Cuando prodigamos las ternuras...
Y los sitios más umbrosos
en su carnosidad frutal
y espumosa candidez,
escancian contenido.
Mañas aprendidas
en tantos juegos previos,
aunque no fueran el nuestro.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández,

29 de junio de 2012 - 19




PRIMER ENCUENTRO

Llegaste para compartir mocedad.
Ojos como ascuas que muerden.
Tonalidad que muta.
Pícaros, mundanos.
Tus ventiscas que ardían
abrieron las puertas selladas por la usura.
Perdí noción del tiempo hasta desmorecer:
regalo de la alquimia.
El verano del norte de parca actitud
testimonió su ventura
con silvestres brotes.
Pastaban las bestias en mansedad.
Degollamos sensatez
cuando enhiestas las lenguas
celebraron su lidia
entre fluidos gimientes.
Durante el salto, la plenitud.
Ceremonia de cultores paganos.
Unos tras otros cayeron al cieno
hábitos
reglas
cruces
y postigos.

Sólo urgencia del acimut
que se esboza
preñó la razón suficiente.
Nutrir el desafío jamás encadena.
.
© Eduardo Vladímir Fernández Fernández
19 de junio de 2012 -20



Comentario: Una vez leída esta composición magnífica por primera vez, tuve que abrir la Web de la Real Academia Española, para mejor saborear las palabras que se escapaban a mi léxico demasiado ubicado en Península. Sin duda desmorecer, mansedad, enhiestas, cultores y acimut, han enriquecido el sentido de los versos implicados y sobre todo, recuperado la fuerza sensual que el poeta había estimado. 



VASOS COMUNICANTES…

Te esbozo frente al mar
sorteando los arrecifes del olvido
Y me zambullo bajo tu piel
que es como un baño de almizcle
cuando el deseo muta
y el eco no encuentra horma.
Tu parca humanidad
como las frases que destilas
rasgan los velos del silencio…
Hormiguean por el nervio del deseo
ahíto de contactos muertos
en el envés del paradigma.
Te abrazo el torso
buscando el equilibrio del vientre
y me decanto en una catarata
de labios que no desean ventilar
la almena de la confraternidad.
Somos dos animales perseguidos
por las convenciones que enjaulan.
Aún así, hay unos ojos neblinosos
que te buscan en el ciberespacio
para pedir que me barnices el alma
con esa ternura
que brota en tus miniaturas verbales.
Suele suceder que en sueños te encuentro
para tejer noche desde posición cenital
como un ectoplasma que abandonó
su cuerpo y no amuralla
los vasos comunicantes que hemos urdido.
Visitaciones recurrentes
de abrazos tras atisbos
y tanteos mudos
que escriben la saga del verso
como andanada de pulsiones…


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 2017


SIRENAS DE ACERO…




Los convocados afluyeron al oscurecimiento.
Ni la más pequeña flama estuvo permitida.
Cinco minutos antes del simulacro
-como en el sueño maldito de Auschwitz-
algún centinela rememoró generaciones centenarias.
Heraldo como grafito anunció que el fuego de los dioses ya estaba listo.
En la noche densa nos arrimamos
en los umbrales como cuencas.
¡Cuántos alientos en suspensión!
Voces del silencio.
Aullido artificial, monocorde amedrenta.
Graznidos ubicuos, agazapados.
Poco basta la memoria de la especie.
Artefactos desnudos, sin narrativa ni ley.
A diario como profecía emerge holocausto de turno.
Asoma la garra entre cenizas, insepulta.
En clave posmoderna no connotan.
Príodo sin escamas.
Milisegundos del Big Bang.
Ecos hambrientos de multitud.
Del foso al proscenio
ululó un coro de sirenas invitando al cataclismo.
Gargantas de electromagnetismo voraz.
Los cachorros desconocían las mañas del fugitivo.
Empero, ahuecaron el pecho.
La ingravidez que cimbra vísceras suele ser la mejor hoja de ruta.
En la cercana ribera
truncos compatriotas disfrutaban su sueño de opio.
Impasibles.
Ahítos de psicodelia y endorfinas.
Succionantes por definición.
¿Quince minutos de orgasmo y escozor?
Carnaval de cuervos sin carroña.
Seres de torvo genoma debitando cuenta finita.
Espíritus con fecha de caducidad.
La pesadilla de Huxley:
¿Un mundo feliz?
Moviolas sin celuloide.
Apetitos de rapaz.
¿Valen los mandamientos
si el vulgar hedonismo
-no el de Epicuro-
regurgita aldabonazos de hojalata?
Si la orgía embota, chapoteando en feromonas a crédito.
Si la fiesta vocifera sin pausa
aunque doblen las campanas.
Si en versión “tecno” desgañitan fauces de hierro, asordinamos claraboyas
vistiendo las calles de estupor.
La fe pierde el rumbo cuando gimen las sirenas.
Sirenas con piel de acero pregonan la ventisca
Un nudo corredizo acogota horizontes.
En piltrafas ya pende la utopía
Hipotecaron sus simientes.
No pueden ya germinar.


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 2012 - 20
D.R.
(Ejercicio de memoria)

LA NOCHE ES TU REINADO



Soneto a Esther
Dentro de la botija de tu mano
guardo amplia paleta del esbozo,
palpitas por debajo del rebozo
cuando propongo explorar ufano.
Intento destilar el néctar sano
de tus mejillas, fuente de mi gozo.
Sonrisa que desflora el alborozo
por tu embrujo sutil, tan humano.
En noche de bruma y sin estrella
galopante en corcel desbocado
te hurtaré beso como centella.
Oculta en el seno desvelado
la lumbre que al inflamar destella
trocando la noche en tu reinado...

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, mayo de 2013-20

DEGUSTACIONES



Me gusta entregar justo cada noche,
cuando el cansancio exige del amor,
la magia de mis dedos
en tus negros cabellos,
hambrientos de caricias,
sedientos de besos
y que juveniles eclosionan
desde tu nuca titilante.
Me gusta que me llames
desde el sur de los sures
y me pidas lo innombrable,
que flexiones tus rodillas,
que se turja la espuela
dentro de su nido de ovas,
como un cubil de hormonas.
Hacer real todo ese imaginario
que guardaste
en arcón con llave:
lo más luminoso
de humana definición.
Me gusta tu asertividad
sin tabúes ni teorías.
Los pactos de silencio.
El eco de tus axilas.
Y esa espalda cuajada de gemidos,
cuando estamos en unión:
puente sin artificios,
vascularidad que mueve
rostros ensimismados
hasta las piernas como lianas.
Me gusta el sabor de tu precipicio
que es como abismo total:
tan dulce para mi lengua
ansiosa de tu miel,
donde suelo depositar ardor
cual noria perpetua.
© Eduardo Vladímir Fernández Fernández
12 de julio de 2012

EVOCACI´NES




LA CASA DEL ALTILLO… 

La casa que creció en la arcilla
desde la zapata hasta última teja
suele pernoctar en la conciencia con rumor a fuente.
Siempre testimonial.
Tricentenaria mudez de las estepas.

Ciudad como pesebre que me parió de madrugada...
Nutres el motor del peregrino
distante a años-luz ya sin fisuras.
Metamorfosis.
Huracanes.
Semillas que trashuman
en avidez de abra.

Mantienes calor.
Algún retazo de evangelio.
Relicario, acimut.
Jamás te acallas.

Caparazón o baúl
si arrecia el temporal
si quiebran alas.

Guarda la memoria tarde en vapores.
Siesta del fauno adolescente.

Un cuerpo semejante a ectoplasma
insinuó sin vestiduras ciertos placeres.
Paseando humanidad de trazos agudos.
Espuela y comezón.
Pedernal, sed de yesca. Causal que prende.
Quizás fiebre sin destino escribió su guion. Desdoblando personajes
hambrientos de intérpretes.
Con argumento entre líneas ni moraleja.

Perseguí al cuerpo-fantasma
por peldaños de madera.
Años que crujen.
Esqueletos de vegetal con espíritu que susurra como conjuro ..

Trepando al altillo que husmea las torres
me introduje con pasos de animal entre sus
paredes.
Muros húmedos de cal y argamasa.
Sucesión de puntales.
Bóvedas con pelambre
de telarañas.

Como una especie de Alicia que se arroja en brama al antro de los sueños.
Sin Dios ni misal.
Ya sin mordazas.

La figura andrógina.
Vital,
sutil aunque sin barreras,
condujo proa a las simientes.
Para enclaustrarse por fin en la dimensión donde baten las alas.

Recinto atemporal,
cuya magnitud no esfuma.
Recurrente moviola del celuloide
que amuebla los sitios nunca ajenos.
Cuando aúlla el despertador para vomitarnos al camino antes del alba .
//
© Eduardo Vladímir Fernández Fernández
(en clave de erotismo recurrente)
2013-19


Los 101 años del reloj del Obispo


  Fotos: Otilio Rivero Delgado

  Sin dudas que quien del tiempo se olvida, sin tiempo se queda. No lo   decimos nosotros, sino que poetas y relojeros lo repiten hasta el   cansancio, el primero para parecer originales y el segundo para   asegurarse clientes. Ser originales es decir lo mismo que otros han   dicho. Pero de forma que parezca diferente. A eso se le llama ingenio   y no plagio.


Acceder al reportaje completo:


Primer remarque:

Te paso la imagen del campanario del Convento e Iglesia de La Merced de Camagüey (Puerto Príncipe en época colonial, ciudad transhumance, fundada en 1514, Patrimonio de la Unesco, que terminó de establecerse en 1528, en la llanura o bajo altiplano de Camagüey, emulando en tradiciones y vocación mediterránea con el mundo manchego o castellano leonés.









Segundo remarque:

Justamente así y a través de un mar de tejas, tañidos de campanas y ululares de lechuzas nocturnas o al amanecer, a unos 60 metros más al fondo y unos 30 en rumbo izquierdo, observaba el campanario, desde el altillo de la parte trasera de mi casa.
Casa que está a una manzana de distancia de esta plaza, prácticamente el centro de mi ciudad natal, también cuna de grandes figuras de la cultura cubana y española, como la gran poetisa, dramaturga y novelista Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey, 1814 - Madrid 186_)... Doña Gertrudis (Tula) de Avellaneda.

LOS 101 AÑOS DEL RELOJ DEL OBISPO

GALERÍA DE IMÁGENES



MIRADAS

Descubro lumbre en tus pupilas.
Cristales
sin dobleces ni costuras.
Surges desde el polvo de la multitud
e intento desgarrar toda barrera
para troquelarte la piel
con labios sedientos.

Nos separa dimensión sin cifras.
Millones de años.
La luz que carcome la sal
hasta vencer su cuesta.
Derrame de los sueños.
Oleaginoso derrame.
El infinitesimal parpadeo
que descorteza la paz romana
antes nuble la vida con la muerte.
Empaque fiero de vetustas hambres.

Quizás late aún inocencia
bajo el arco de tus cejas.
Ojos delineantes.
Timidez que afronta la andanada
de mis deseos barrocos.
Florituras de ecos
donde inhumaría soledad.
Fosa o pantano
para vivir los infiernos.

No sé cómo congelarte el paso.
Sumergirme en el lecho de tu ombligo.
Esbozando los signos que pugnen por rasgar
la telaraña de su oscuro universo.

Brotando cae lava
desde tus ojos como volcanes.
Luego carena
en la comisura de mi boca.
Una mueca
que urge sostener
pizca de tu luz, colirio, cataplasma.
¿Quién sabe...?
Puertas adentro
y aún confiada palpita la utopía.


© Eduardo Vladímir Fernández Fdez., 2015-19









































LA ERMITA DEL HEREJE




LOS GIRASOLES EN HOMENAJE A VLADÍMIR



LOS GIRASOLES DE LA CAMPIÑA EN GUADALAJARA (ESPAÑA)













Editor: Pedro Taracena Gil
Periodista y fotógrafo