Del gr. μισανθρωπία misanthrōpía.
1. f. Aversión al género humano y al trato con otras personas. U. t. en sent. fig.
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He observado el término misantropía en
su vertiente patológica, pero no renuncio a seguir utilizándolo en este breve
ensayo, aunque lo enfocaré desde el mundo de las emociones. Para reafirmarme en
la decisión de utilizar el término misántropo, he acudido a una de las comedias
de Moliere, El Misántropo. El tono desenfadado de la trama de esta obra, se
acerca más a la realidad intima del individuo en relación con la sociedad, que
a ninguna desviación enfermiza. Cuando a un individuo se le etiqueta con
términos excluyentes como: misántropo, introvertido, antisocial,
individualista, optamos por ignorar su propio mundo interior en lugar de
analizar las causas de su comportamiento. De otro modo, cuando le calificamos
con patologías perversas sin atenuar su gravedad como: egocéntrico, narcisista,
exhibicionista, voyerista o simplemente curioso o cotilla, criminalizamos
actitudes que en cierta medida en la moderación son positivas.
Las principales emociones primarias son
aquellas que configuran nuestro mundo interior; contribuyen a nuestra
felicidad, o a nuestras frustraciones e insatisfacciones. Estas sensaciones
según sean gestionadas por nuestra inteligencia emocional obtendremos
grados de autoafirmación, autoestima o autorreconocimiento. Las emociones
principales para abordar este ensayo son: el miedo, la alegría,
el amor, la tristeza, la sorpresa y la ira.
Para abundar más en estos términos que cada cual debe interiorizar como sentimientos
propios, es preciso observar estas magnitudes sin prejuicios ancestrales
de cualquier naturaleza, y complejos que distorsionen la realidad de
nuestros sentimientos. Aunque hay autores que escudriñan las variaciones de
cada emoción con suma precisión, personalmente, he optado por memorizar algunas
para que el lector obre en consecuencia. Estas son aquellas emociones
secundarias que acuden a mi mente recordando alguna
vivencia personal.
vivencia personal.
Referente al miedo: ansiedad y angustia ante
sensaciones claustrofóbicas, terror y pánico ante
una situación límite de incomunicación y aislamiento ante una
ventisca de nieve, niebla, viento, frío y hielo.
La alegría brinda su
cobertura en momentos donde se experimenta: el éxtasis como
experiencia mística, la felicidad como vivencia positiva
propia, en pareja, familiar o amical, y el entusiasmo, expresión de
satisfacción ante la resolución de dificultades. Cuando el ser humano ahuyenta
los prejuicios y los complejos que frustrarían su libertad sexual, sin duda es
causa de alegría: el placer, el gozo, el erotismo, vividos consigo mismo o
compartidos con otro ser querido o deseado.
El amor es fundamental
en la vida de cada persona. Según la psicología el amor es dar autoestima al
otro. Otras acepciones de la emoción amorosa son: El amor platónico como
reflejo del amor perfecto que habita en el mundo de las ideas, según
el filósofo clásico, el amor romántico donde abundan las
emociones preñadas de sensibilidad, el amor religioso o familiar,
también la amistad, el altruismo y la filantropía.
Tres emociones secundarias relativas al amor muestran su característica
cualitativa: el afecto, el deseo sexual y la lujuria,
esta última, como factor positivo. La lujuria al margen de las consideraciones
perversas y ancestrales, constituye en sí misma una emoción altamente
satisfactoria: la excitación, la pasión y la infatuación.
Este último vocablo supone creerse lleno de presunción o vanidad infundada y
ridícula, es decir, una farsa.
La tristeza se
relaciona con otras emociones que constituyen carencias de parcelas de
felicidad: la depresión como patología de nuestros días, la infelicidad como
consecuencia del desamor, la miseria provocada por la
injusticia y la desigualdad social, la melancolía por la
soledad, la ausencia de seres queridos, la tristeza por la muerte de
gente en general y en particular personas más cercanas.
La sorpresa es la
reacción ante un resultado inesperado. Es una emoción que cuando se experimenta
se acompaña de elevación de las cejas, las líneas horizontales de la frente, la
boca abierta, se estira la piel debajo de la cejas y los párpados
muy abiertos. Dependiendo de la intensidad, la boca no se abre, pero solo la
mandíbula puede entreabrirse. Como reacción a esta emoción se encuentra el asombro, que
calibra la intensidad de la sorpresa de lo inesperado y de la reacción positiva
o negativa del contenido de la sorpresa.
La ira da lugar a la amargura,
al resentimiento, al asco y al desprecio,
así como los celos y la rabia. No obstante, el odio brilla
con luz propia entre todas las emociones de esta naturaleza. El odio es una
emoción que si la despojamos de sus connotaciones religiosas y morales, y la
situamos en el centro del humanístico laico, se la puede considerar
negativa tan solo cuando constituya dolo para la persona u objeto odiados. Es
una emoción que debe ser gestionada con la madurez e inteligencia emocional de
cada cual. Los países democráticos modernos se han dotado de leyes civiles que
determinan el delito y la pena para reparar el daño causado por el odio. Pero
el odio es una emoción que alberga un sentimiento que pertenece a la privacidad
del individuo, que en no pocos casos puede constituir un desahogo y una
satisfacción el vivirlo a voluntad, sin causar daño a terceros.
Este muestrario de emociones conforman la hoja de ruta que cada ser humano dispone a lo hora de navegar por su universo interior. Es imperativo que antes de entrar en el Sancto Sanctorum de cada cual, debamos despojarnos de todo prejuicio moral, religioso y social impuesto por nuestros antepasados. Y por supuesto abandonar en el pórtico nuestros complejos y prejuicios, adquiridos por la adaptación de nuestro pensamiento según los deseos del prójimo. La forma de sentirnos libres de este equipaje es despojarnos de él y entrar desnudos en la profundidad de nuestro yo. Nuestra espiritualidad no está allá arriba, sino ahí dentro, en lo más hondo de nuestro Ser. Sí, con mayúscula porque ese es nuestro verdadero Dios.
Este muestrario de emociones conforman la hoja de ruta que cada ser humano dispone a lo hora de navegar por su universo interior. Es imperativo que antes de entrar en el Sancto Sanctorum de cada cual, debamos despojarnos de todo prejuicio moral, religioso y social impuesto por nuestros antepasados. Y por supuesto abandonar en el pórtico nuestros complejos y prejuicios, adquiridos por la adaptación de nuestro pensamiento según los deseos del prójimo. La forma de sentirnos libres de este equipaje es despojarnos de él y entrar desnudos en la profundidad de nuestro yo. Nuestra espiritualidad no está allá arriba, sino ahí dentro, en lo más hondo de nuestro Ser. Sí, con mayúscula porque ese es nuestro verdadero Dios.
El
amor y el odio han sido las emociones más perseguidas y castigadas en
el mundo, bajo el imperio de la doctrina de las tres religiones
monoteístas. El único dios, bajo las nominaciones de Alá, Yahvé o
Jehová, ha conducido a los tres pueblos por el largo camino hacia su
salvación; imponiéndoles dos preceptos básicos: Creced y multiplicaos… y
No gozarás. Es decir, utilizad los órganos genitales para la
procreación pero no para alcanzar el gozo y el placer, al margen de la
perpetuación de la especie. Este planteamiento simplista desde el punto
de vista teológico, es obvio y real desde la praxis de las tres
religiones.
Llegados al umbral de nuestro Yo,
entremos y escudriñemos las estancias más íntimas. Convirtamos nuestro viaje al
interior de nuestras vísceras, en una experiencia mística. Todo ha de ser
impúdico, el pudor es una muestra de reprensión, debemos de conservar la
inocencia que nos sitúe en aquel instante anterior, a cuando Adán y Eva no
habían advertido su desnudez. La sensualidad, la sexualidad, el erotismo y el
placer no conocen género, masculino o femenino. Únicamente se diferencian en el
ayuntamiento para obtener descendencia y así cumplir el mandato divino.
Conocerse y amarse a sí mismos y conocer
y amar a los demás no es una tarea fácil de realizar. Nos han educado para
odiarnos más que para amarnos. La religión nos ha hecho víctimas propiciatorias
en aras de la castración y la frustración. El narcisismo lejos de ser perverso
es positivo para lograr la autoestima. En la medida que nos amemos a nosotros
mismos, permitiremos ser amados por los demás. Todos necesitamos que nos miren
y nos admiren, y no por eso el ser exhibicionista es negativo. Tampoco
apartamos la visión si algo o alguien llaman la atención de nuestra mirada. El
narcisismo, el exhibicionismo y el voyerismo, únicamente constituirán una
patología perversa si un facultativo científicamente lo determina. Y siempre
cuando estos comportamientos no se desarrollen entre iguales. La pederastia y
el incesto no tienen cabida en la realización sexual, donde debe imperar la
libertad, la igualdad, el respeto y la complicidad entre pares o
iguales.
Seguimos viajando por nuestros infinitos
recovecos y hallamos la autocomplacencia. Recordemos que tampoco nos está
permitido provocarnos placer a nosotros mismos, según la moral tradicional. La
utilización por nosotros mismo de todas las partes de nuestro cuerpo, para
provocarnos gozo y placer, con todos los medios a nuestra alcance, es un logro
que además de provocar emociones y sensaciones placenteras, nos permite
adentrarnos en el gozo místico en nuestra dimensión más carnal y al mismo
tiempo más sublime y espiritual.
Acariciarnos, abrazarnos, masajearnos y
lograr que nuestras partes más eróticas estallen de felicidad, es una manera
eficaz de aumentar nuestra autoestima y nuestra autosatisfacción, señal
inequívoca, de que estamos enamorados de nosotros mismos. ¡Narcisismo! Sí,
todos podemos ir en busca del Narciso que llevamos dentro desde niños.
La exploración de nuestro interior no
debe de tener límites, allí donde haya una zona erógena, es preciso seguir las
huellas del Ser que te pertenece y que si tú no lo descubres, se quedará
inédito dentro de ti. Tanto si tú, lector, eres hombre como si eres mujer…
Hemos observado que no hay géneros, solamente una misma sexualidad.
El gran enemigo del hombre está en su
propia vocación machista. El hombre según la teología monoteísta, solamente
sirve como semental de su propia especie. El macho, antes que
hombre, debe ayuntarse con una hembra, antes que mujer. No obstante, si hemos
tomado el camino de llegar a nuestro Ser, hay que continuar… Rompamos el
paradigma. Si somos mujeres, exploremos. Y si somos hombres, exploremos igualmente.
De forma impúdica, sin pudor… Hablemos de la masturbación como el medio de
llevar a cabo la autocomplacencia, que elevará nuestro grado de autoestima. En
esa cumbre sin límite está nuestro Ser, nuestro Yo. El hombre se despojará del
guión escrito para el macho que consiste en: excitación, erección, penetración,
eyaculación y media vuelta… Exploremos los triángulos formados por: nuca,
cuello y oreja. Genitales, perineo y ano. Parte exterior del ano, anillo y
punto P. Otro de los triángulos lo forman los pezones, los pechos y el clítoris
con el punto G. Parcela tu cuerpo y busca el resto de los triángulos cuyo
vértice esté situado en lo más profundo de tu Ser.
Retomemos el título de nuestro ensayo, EL MISÁNTROPO EN LA INTIMIDAD DE SU UNIVERSO. Como en la obra de Moliere, el misántropo que no se deja llevar por el mundo exterior y sin embargo, conoce muy bien su universo íntimo, es quien alcanza la seguridad consciente. Con un alto grado de autoconocimiento y de autoestima, estamos mejor preparados para la satisfacción individual y llegado el caso para la felicidad del orgasmo compartido.
Escultura: Ricardo Bellver
Reportaje fotográfico: Pedro Taracena
Las imágenes han sido tomadas desde cada uno de los ocho lados del pedestal girando 360º.
Nota aclaratoria: El párrafo que comienza "el amor y el odio", el autor abandona la idea de tratar aquí el tema del odio. Sin embargo, desea establecer este enlace con el ENSAYO SOBRE EL ODIO. Un texto donde se permite dar un enfoque personal sobre este espinoso y controvertido asunto.
GALERÍA DE ATRIBUTOS DEL ÁNGEL CAÍDO
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