Es mi deseo comunicar a todos los
peregrinos del camino, mi forma de extraer los valores de esta vetusta ruta, en
la era de la cibernética, donde casi todo puede ser virtual. El Camino de
Santiago, desde su origen marcó la pauta hasta conseguir la unión de la Europa de
los ciudadanos. Es posible que aquella Europa primitiva, fuera más humana que la
actual. La Unión Europea, hoy por hoy, sigue siendo la Europa de los mercaderes, de
los intereses comerciales y la convergencia de intereses políticos nacionales
y regionales. Es más comprensible en la Europa medieval, un conflicto
como el de la antigua Yugoslavia, que en la época actual. Aquellos
peregrinos fomentaron la solidaridad entre los pueblos y la conciencia de
ciudadanos del mundo. El fomentar ahora las virtudes de la Ruta Jacobea, es una
riqueza cultural, nada despreciable. Sobre todo en la juventud, donde se están perdiendo los
puntos de referencia de calidad y estética.
Os recomiendo a todos los
peregrinos que realicéis el camino, una lectura que marca el comienzo donde se
inició el lento caminar de Europa. Se trata de un libro escrito por Fray Ramón Molina, monje
benedictino del Monasterio de San Salvador de Leyre (Navarra), que se titula
“San Benito Fundador de Europa". Para centrar el espíritu del camino,
en el último año jacobeo del siglo, os transmito mis reflexiones
sobre un formidable trabajo publicado en EL PAÍS, “Santiago no
está enterrado aquí”, escrito por Xosé Hermida. Abordar en pleno año compostelano,
la más que improbable presencia de los restos mortales de Santiago el
Mayor, apóstol de Cristo, en Compostela, es un acto de valentía y al mismo
tiempo de rigor histórico. Haber mantenido este mito durante el siglo XX,
mientras España, ha sido un estado confesional y un reducto de la cristiandad, casi
medieval, parece que tenía una cierta coherencia. Pero no en la España de hoy, donde
se ha superado ya al estado confesional, la alianza trono altar y el maridaje
Iglesia Estado. Es insostenible que un mito, venido de la ancestral imaginación cristiana,
convierta un ente de leyenda, en un hecho de constatación histórica. Tradiciones
narradas según las épocas, se han convertido en Tradición con mayúscula, casi
comparable con la Revelación. Sólo en las cartas de Saulo de
Tarso, más tarde San Pablo, escribe que pretende ir a Hispania.
De este viaje,
se ocupó el general Franco, editando una colección de sellos,
conmemorando no sé qué centenario de este hipotético viaje. Casi todo lo jacobeo en nuestro país es leyenda y
mito. Comenzando por la aparición a Santiago el Mayor de la Virgen María en carne mortal
sobre un pilar, a las orillas del Ebro. Pasando por el viaje desde Palestina a
Galicia y terminando con el hallazgo de su tumba, siglos después. Por esta razón, ¡Bravo! Por el
contenido del texto del Sr. Hermida. Ya es hora de pasar todos los
acontecimientos de nuestro país, por el crisol de la Historia. Si el
mito jacobeo, se desea mantener, siempre que el día 25 de Julio
caiga en domingo, la Iglesia debía romper su ambigüedad. O se acepta
el rigor histórico, y el año jubilar es una tradición secular, con
efectos turísticos, manteniendo una piedad hacia unos hechos, personas y lugares,
que pudieron suceder y no sucedieron. O bien, se establece una doctrina similar
a la de las apariciones de Fátima y Lourdes, que sin soporte histórico, las
celebraciones se muevan en el campo de las creencias personales. Mantener el
mito con todo su esplendor medieval, ante un pueblo ampliamente secularizado,
como es el pueblo europeo, es mantener frenada la Historia con las riendas de
la ignorancia, del fetichismo y atraso social.
Estas consideraciones están lejos de no
reconocer la importancia histórica que tuvo el Camino de Santiago, para
la comunicación de los pueblos en el Medievo. Bien es verdad, que a la Galicia de
hoy, no se le puede pedir que reoriente este fenómeno económico, recreativo
y cultural. El abrazo al santo, puede quedar como el echar una moneda a la
Fontana de Trevi. Pero la Iglesia, sí podría desligar este
mercado de indulgencias y este espectáculo, igual que en su día, la celebración del Día de la Madre, el
8 de Diciembre, se sacó de las iglesias y se llevó a los atrios de
los templos comerciales. La Iglesia podía convocar en Compostela, un
encuentro, a través del camino de Santiago, donde se dieran cita: Los desposeídos,
discriminados, perseguidos, deportados, marginados y víctimas de las
dictaduras. Y hacer de la ruta jacobea, una Vía Láctea para la paz
y el desarrollo de los pueblos. Y por fin en el campo político, no tiene
sentido que España, utilice este mito como patrón, para
establecer un ágora en la catedral compostelana para intercambiar discursos político-religiosos,
entre las autoridades civiles y religiosas. Obligando al “hijo del trueno” a
decir ¡Amén! A la opción política del momento. Y por supuesto, el Rey
de España, ante este pasado incierto del Señor Santiago, su presencia en las
liturgias catedralicias, no tiene fundamento constitucional, a título de Rey.
Pedro Taracena Gil
Artículo escrito el 17 de julio de
1999 y publicado en EL PAÍS digital.
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