La fe y la razón son conceptos antagónicos. Disciplinas de humanidades discrepantes. La razón no soporta la fe religiosa y la creencia en una deidad rechaza todo pensamiento religioso resultante del uso de la razón. La fe parte de una premisa infalible, la verdad absoluta, y la razón busca constantemente la verdad relativizada en el tiempo y el espacio. La Historia de la humanidad se construye a través del conocimiento producto del raciocinio. La teología entiende de dogmas que vienen dados por inspiración divina; interpretados por la clase sacerdotal que se arroga la infalibilidad en su interpretación. Sin embargo las ciencias humanas utilizan silogismos lógicos, teoremas, axiomas y plantea problemas y soluciones de toda índole.
Siguiendo los planteamientos definidos por la fe, Dios es el principio y fin de todas las cosas, es decir, el creador del mundo. Sin embrago estos principios categóricos si se llevan hasta sus últimas consecuencias, presentan no pocas paradojas. Dios crea el hombre como ser inteligente con una razón capaz de investigar el mundo que le rodea, discerniendo unas cosas de otras y unos acontecimientos de otros. Pero el creador ha dotado al hombre de una cierta carencia: El ser humano está condenado a no concebir en su mente la divinidad y además la doctrina revelada está sembrada de contradicciones y de preceptos que no emanan de la razón creada por el propio Dios. Dicho de otra forma, el hombre que solamente se deje llevar por la razón al margen de los preceptos divinos, se aleja cada vez más de Dios, pero vive más intensamente la vida según su libre albedrío. La paradoja está servida porque el creyente está obligado a vivir una vida que no es de este mundo, y el librepensador alcanza cada vez más altas cotas en el conocimiento humano.
Esta contradicción merece una reflexión: Cómo es posible que la divinidad haya credo al hombre a su imagen y semejanza, inteligente sobre el restos de los animales, y sin embrago las creencias impuestas por su creador mutilen su raciocinio. Para seguir la doctrina de cualquier religión es preciso renunciar a cualquier razonamiento que entre en conflicto con la fe revelada. Este dilema no es patrimonio exclusivo de las tres religiones monoteístas: Cristiana, islámica o judía, es común a toda religión. No obstante, los romanos que aceptaron muchos de los mitos y dioses de Grecia, no comprendían la intolerancia de los judíos primero y los cristianos después, para aceptar otra divinidad que no fuera su Dios, que consideraban exclusivo y excluyente. Fuera del Dios de Israel, el resto era de origen pagano, idólatra o mítico, aunque tuvieran en común el fanatismo de aceptar la sinrazón del propio concepto divinidad.
La estructura mental de quienes tomen como base creencias religiosas para la organización social, política, ética o jurídica en el siglo XXI, se acercan a una patología psicológica que demuestra la atrofia de la razón como atributo humano. Si esta actitud y aptitud se ciñeran a lo privado, carecería de importancia y no repercutiría en lo público. Pero cuando este adoctrinamiento es asumido por los poderes políticos, entran en conflicto con la legalidad constitucional basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El resultado de esta tendencia queda plasmado en leyes contrarias a los derechos de los ciudadanos. En ciertos países de tradición democrática y laica, mantienen el “creacionismo” en los planes de educación, un puritanismo arcaico que recorta los derechos del ciudadano, que en el ámbito religioso son pecado como el aborto, el divorcio, el matrimonio gay y en general el mantenimiento de la continencia sexual como un valor positivo. La separación de la religión y la política debe ser un hecho en beneficio de la democracia y los valores de la república. Difícil de conciliar con la institución monárquica que, no lo olvidemos, es de origen divino.
En el caso español ha quedado de manifiesto que el Gobierno del Partido Popular, muy afín al franquismo y sobre todo ligado al nacionalcatolicismo, está legislando en base a dictados de la Iglesia, que es tanto como decir al margen de la razón: Ley del aborto. Ley de educación. Segregación por sexos en los colegios religiosos con subvención del Estado, por prejuicios de moral católica, bajo el pretexto del rendimiento escolar. Privilegios de la Iglesia Católica, bajo la falacia de pago de un pretendido débito histórico. Supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, para eludir la educación sexual. Mantenimiento de la alianza trono-altar introduciendo la monarquía en las prácticas religiosas, aunque la Constitución Española determina que el estado es aconfesional. Y por último el maridaje Iglesia-Estado hecho realidad en los Acuerdos con la Santa Sede, que no tratado o concordato, estatus mantenido en contra del espíritu y la letra de la Constitución de 1978. No Hay duda que esta situación está llena de anomalías laicas y democráticas. Imperando la sinrazón de la fe sobre la simple razón. Otra consecuencia más de la mal llamada Transición...
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