EDWARD
Me gusta entregar justo cada noche,
cuando el cansancio exige del amor,
la magia de mis dedos
en tus negros cabellos,
hambrientos de caricias,
sedientos de besos
y que juveniles eclosionan
desde tu nuca titilante.
Me gusta que me llames
desde el sur de los sures
y me pidas lo innombrable,
que flexiones tus rodillas,
que se turja la espuela
dentro de su nido de ovas,
como un cubil de hormonas.
Hacer real todo ese imaginario
que guardaste
en arcón con llave:
lo más luminoso
de humana definición.
Me gusta tu asertividad
sin tabúes ni teorías.
Los pactos de silencio.
El eco de tus axilas.
Y esa espalda cuajada de gemidos,
cuando estamos en unión:
puente sin artificios,
vascularidad que mueve
rostros ensimismados
hasta las piernas como lianas.
Me gusta el sabor de tu precipicio
que es como abismo total:
tan dulce para mi lengua
ansiosa de tu miel,
donde suelo depositar ardor
cual noria perpetua.
© Eduardo Vladímir Fernández Fernández
12 de julio de 2012
GALERÍA EDWAR
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