EL AFGANISTÁN DE ANTAÑO




LLUIS TORRENT*17/09/2014*GÉNERO Y LGBT*50145 VISITAS


PRESENTACIÓN
Por Pedro Taracena Gil
Gracias a los avances en la información y comunicación a través de las Redes Sociales, ha sido posible contrastar este magnífico reportaje periodístico con mi viaje al Afganistán. Como integrante del RAID PAIS KABOUL PARIS en agosto de 1970. Doy fe con mi presencia en este país de que todo lo que cuanta magistralmente muinu.es, es verdad. 

 Antonio Pampliega narra como el estadio Ghazi, en Kabul (Afganistán), es un antiguo gimnasio de suelo mullido, paredes descoloridas y desconchadas. Es el mismo lugar que utilizaban los talibanes para sus ejecuciones públicas y castigos ejemplarizantes. Aquí, 24 chicas de 14 a 22 años se reúnen ahora para practicar boxeo, desafiando a todo y a todos. De hecho, en el país sigue estando muy mal visto que las mujeres practiquen cualquier tipo de deporte. Mohammad Sabir Sharifi, uno de los dos entrenadores, afirma haber recibido más de una amenaza de muerte. Asimismo, las deportistas sufren la oposición y la humillación de sus vecinos y a menudo de su propia familia.
Aunque pueda parecer un triunfo que 24 niñas acudan tres veces por semana a practicar deporte, realmente es un estrepitoso fracaso. Estas muchachas pertenecen a familias de clase alta; sus padres les han permitido y hasta alentado a practicar boxeo. Los afganos de a pie y en el corazón del país mantienen los prejuicios y el odio que los talibanes les inculcaron hacia la mujer. Muchos padres no entienden ni siquiera que las niñas vayan al colegio cuando su función principal en la vida va a ser servir a su marido. Sumisión y devoción. El papel de las afganas no ha cambiado mucho en los diez años tras la marcha del Mulá Omar del poder.
Pero hoy Afganistán no es un peor país solo para las mujeres. También lo es para sus infantes. La desastrosa situación en la que se encuentran los infantes en Afganistán, se debe a los numerosos conflictos activos en las diversas regiones, provocando desplazamientos forzosos, falta de acceso al agua potable, hambruna y violencia sistémica. En este caos en el que muchas familias no pueden subsistir (en 2008, el 36 % de la población estaba por debajo del umbral de la pobreza) los padres venden a sus hijos a cambio de una suma de dinero. Además, en caso de que la familia pierda al marido, será el niño mayor el encargado de sustentarla ya que pasa a ser el cabeza de familia, viéndose obligado a recurrir a dichas prácticas.
Por si esto fuera poco el país está repleto de minas antipersona. El uso extendido e indiscriminado de minas y municiones durante casi 30 años de conflicto ha hecho de Afganistán uno de los países con mayor presencia de minas en el mundo. De media, 40 personas al mes son víctimas de las minas terrestres y de los restos explosivos de guerra. La mayoría de ellas son varones y más de la mitad niños. Aunque la cifra de víctimas está bajando, la pobreza obliga a muchos marginados a ganarse el sustento con la chatarra de los restos explosivos de guerra y a correr riesgos al recoger combustible en zonas minadas. Las minas y los restos explosivos de guerra no sólo pueden causar daños físicos a los afganos, sino que también privan a los agricultores de su medio de vida y dificultan su alojamiento y reasentamiento, así como el pastoreo del ganado.
Pero Afganistán no siempre fue así. Mohammad Qayoumi, creador de la página de esta página de facebook, creció en Kabul en los años 60 y 70 y ha colgado varias fotografías para que la gente tome conciencia sobre lo que ha sucedido en Afganistán. Mohammad escribe en su página:

“Hace medio siglo, las mujeres afganas hacía carreras como medicina; hombres y mujeres se mezclaban casualmente en los cines y los campus universitarios de Kabul; las fábricas de los suburbios producían en serie productos textiles y otros bienes. Había una tradición de ley y orden, y un gobierno capaz de llevar a cabo grandes proyectos nacionales de infraestructura, como la construcción de centrales hidroeléctricas y carreteras, aunque con ayuda externa. La gente común tenía un sentido de esperanza, la creencia de que la educación podría abrir oportunidades para todos, la convicción de que un futuro brillante que le esperaba. Todo lo que ha sido destruida por tres décadas de guerra, pero era real.
Así era Afganistán …”



GALERÍA DE IMÁGENES




































Editor: Pedro Taracena Gil


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